Esta la considero mi mejor crónica de todas. Es una historia verídica que me sucedió entre junio y julio de 2015. La historia empieza con la lápida de la tumba de Alejandro A. Flórez que era mi bisabuelo, el papá de la mamá de mi papá. La losa sin tumba reposa en un museo de arte religioso. ¿Cómo llegó allí? ¿Por qué no está en su tumba? ¿Dónde está la tumba? ¿Quién era ese poeta, dramaturgo, escritor y periodista, entre otras, que murió en febrero de 1901?
Es una historia fascinante que he seguido investigando en los documentos que heredé de su defensa, lo más fácil es decir que era hermano de Julio Flórez, el famoso poeta.
Solo transcribo el poema que está escrito en su lápida... todo está plasmado en la crónica
Solo transcribo el poema que está escrito en su lápida... todo está plasmado en la crónica
Febrero 13 de 1901.
PARA MI TUMBA
VERSOS QUE SUPLICO SE GRABEN EN LA LOSA DE MI SEPULCRO
Oh, hijitas de mi
amor! Oh, Julia mía!
Oh, amigos! Oh, damas!
Oh, poetas!
Cuando lleguéis a mi
sepulcro un día
traédme flores, pero
no tarjetas.
¿Acaso el que en un
féretro reposa
dentro la tumba helada,
necesita,
que el nombre le dejéis
sobre la losa
para saber quién hace
la visita?
¿Do están de la
tarjeta los motivos?
¿Tiene los ojos el
difunto abiertos?
¡Con los ojos del cuerpo
ven los vivos!
¡Con los ojos del alma
ven los muertos!
Cuál grita la razón esplendorosa
que en este mundo del
sarcasmo hiriente
tarjeta que se exhibe
en una losa
señala el nombre de
quien poco siente.
Si es un extraño el
visitante, leo:
“Dadme las gracias,
deudos, que aquí estuve”.
Si no es extraño, en
el instante veo:
“Miradme sociedad, por
aquí anduve”.
Afirmo con dolor
grande y profundo
que las tarjetas en la
losa inerte,
son sólo vanidad para
ante el mundo
y espantosa ironía
ante la muerte.
Nada, al que llora en
el balcón, le aflige;
al que sufre en verdad
nadie le nombra,
porque el dolor del
alma siempre exige
silencio, soledad,
secreto y sombra.
Transeúntes llegad: Cómo
me alegro
al deciros aquí en el
Camposanto
que el colorido del
dolor es negro
y que la tinta del
dolor es llanto!
Tarjetas de panteón,
me causáis pasmo,
porque éste ha sido mi
constante lema:
nombre escrito con
tinta es un sarcasmo,
nombre escrito con
llanto es un poema!
Mas como el llanto del
dolor no pinta
sino manchas de amor y
desconsuelo,
Dios, por ser Dios,
lee bien en esa tinta
y abre al llorado la
mansión del Cielo.
Enero de 1901
Alejandro A. Flórez
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