miércoles, 24 de febrero de 2016

Para mi tumba - Alejandro A. Flórez


Esta la considero mi mejor crónica de todas. Es una historia verídica que me sucedió entre junio y julio de 2015. La historia empieza con la lápida de la tumba de Alejandro A. Flórez que era mi bisabuelo, el papá de la mamá de mi papá.  La losa sin tumba reposa en un museo de arte religioso. ¿Cómo llegó allí?  ¿Por qué no está en su tumba? ¿Dónde está la tumba? ¿Quién era ese poeta, dramaturgo, escritor y periodista, entre otras, que murió en febrero de 1901?
Es una historia fascinante que he seguido investigando en los documentos que heredé de su defensa, lo más fácil es decir que era hermano de Julio Flórez, el famoso poeta. 
Solo transcribo el poema que está escrito en su lápida... todo está plasmado en la crónica


Febrero 13 de 1901.

PARA MI TUMBA
VERSOS QUE SUPLICO SE GRABEN EN LA LOSA DE MI SEPULCRO


Oh, hijitas de mi amor! Oh, Julia mía!
Oh, amigos! Oh, damas! Oh, poetas!
Cuando lleguéis a mi sepulcro un día
traédme flores, pero no tarjetas.

¿Acaso el que en un féretro reposa
dentro la tumba helada, necesita,
que el nombre le dejéis sobre la losa
para saber quién hace la visita?

¿Do están de la tarjeta los motivos?
¿Tiene los ojos el difunto abiertos?
¡Con los ojos del cuerpo ven los vivos!
¡Con los ojos del alma ven los muertos!
                                                       
Cuál grita la razón esplendorosa
que en este mundo del sarcasmo hiriente
tarjeta que se exhibe en una losa
señala el nombre de quien poco siente.

Si es un extraño el visitante, leo:
“Dadme las gracias, deudos, que aquí estuve”.
Si no es extraño, en el instante veo:
“Miradme sociedad, por aquí anduve”.

Afirmo con dolor grande y profundo
que las tarjetas en la losa inerte,
son sólo vanidad para ante el mundo
y espantosa ironía ante la muerte.

Nada, al que llora en el balcón, le aflige;
al que sufre en verdad nadie le nombra,
porque el dolor del alma siempre exige
silencio, soledad, secreto y sombra.

Transeúntes llegad: Cómo me alegro
al deciros aquí en el Camposanto
que el colorido del dolor es negro
y que la tinta del dolor es llanto!

Tarjetas de panteón, me causáis pasmo,
porque éste ha sido mi constante lema:
nombre escrito con tinta es un sarcasmo,
nombre escrito con llanto es un poema!

Mas como el llanto del dolor no pinta
sino manchas de amor y desconsuelo,
Dios, por ser Dios, lee bien en esa tinta
y abre al llorado la mansión del Cielo.

Enero de 1901

Alejandro A. Flórez

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