Las brujas han de haber existido siempre, que uno no crea o al menos que diga no creer es otra cosa. El dibujo que encabeza esta crónica lo pintó mi hija Sofía a los 7 años, era parte de un cuento gráfico que acompaña el final de esta crónica. La bruja buena y la mala, el cuento lo contaba y quedaron las imágenes que se publican por primera vez, dieciséis años más tarde en esta crónica, por razones obvias. Su página sofiaserpa.studio invita a ver parte de su arte, otra está plasmada en el formato.
Hace 25 años, el último fin de semana de junio de 1998 el autor de estas letras, que necesitaba cuadrarse como fuera, acabó vendiendo salchicas en la fiesta de 'la isla del Danubio' en Viena. De pronto una gitana ofrece leer la mano del cronista a cambio de un salchicha para su niña. ¿A dónde hemos llegado? !Atreverse a tanto! La carne es débil y las salchichas no eran mías, entonces me ví obligado a aceptar. Al parecer ni mi mano ni la gitana mentían, acertó en muchas de las predicciones, otras todavía las estoy esperando.
Quién creyera que hace poco en un viaje a Bolivia me encontré una cantidad de historias que se resumen en esta crónica. Desde las mesitas para la Pachamama hasta la lectura de las hojas de coca; la historia de una medalla que se perdió donde las meretrices y apareció en el atrio; los menjurjes para la suerte y otras enfermedades; los fetos de animales salvajes que se venden para ofrenda y mucho más.
Los invito a un paseo por el mercado de las brujas que en Bolivia se llaman Amautas y son videntes, es más hay un vidente que es invidente y unas ñatitas que son muy especiales. Eso sí, no es a cazar brujas a lo que se va, más bien a saber si de verdad las hay, de que las hay las hay dicen por ahí.
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